Confieso que nunca he leído un libro de Pérez-Reverte. Hasta ahora, la dieta purificadora - en forma de purga estomacal - que me proporcionaba el hacerme eco de sus cultivadísimos exabruptos (en cuanto a temas sociales y políticos se refiere), me era más que suficiente para expiar esos pequeños pecadillos calóricos que de vez en cuando cometemos.
Hoy, sin embargo, y quizá impulsada por los típicos excesos navideños, que se empeñan en ponernos cada vez más difícil la ya clásica operación biquini de todos los veranos, me he atrevido a entrar en su página web a echar un vistazo a lo que allí se decía.
Hoy, sin embargo, y quizá impulsada por los típicos excesos navideños, que se empeñan en ponernos cada vez más difícil la ya clásica operación biquini de todos los veranos, me he atrevido a entrar en su página web a echar un vistazo a lo que allí se decía.
Después de navegar un poco y leer en diagonal los títulos de cada entrada, me ha llamado poderosamente la atención, el título de esta:
Ni qué decir tiene, que Reverte nunca defrauda.
Por no entrar en detalles demasiado escatológicos, y aprovechando que hablamos de un miembro de la Real Academia Española, se me antoja acertadísima (por lo prescriptivo y por lo descriptivo), la siguiente definición:
vomitivo, va.